miércoles, 15 de abril de 2009

Coach, couching, couchee

Y todas esas cosas. La verdad, cielo, es que me pierdo...


Un día suena el despertador, y, como tú dices que haces siempre, en la cama, planeo el día, tomo decisiones y me lanzo: hoy me pongo a buscar ayuda, a encontrar la manera de desatascarme y salir adelante. Es sábado y tengo tiempo. Estoy sola (no es ninguna noticia), en la cama y en casa. El enanito está con el ogro de su padre... Me tomo mi tiempo y configuro, entre cabezadas, un plan: o terapia cognitiva, o flores de bach o coaching o lo que sea, pero tengo que salir de este letargo ya.

Me levanto. Preparo un café en esa magnífica cafetera que me regalaste y después me pongo a navegar para encontrar más información. Nena, ¡mira que hay texto digital al respecto! Por dios bendito. Lo del sicólogo parece una buena opción, contrastada pero quizás demasiado solemne y tradicional. Las flores de bach, lo siento, sé que las usas, pero me parecen un cuento chino, bonito pero chino. Mi niña, lo que me ha dejado descolocada del todo es lo del coaching.

Coach significaba, que yo recuerde, guagua, guagua llena de guiris en concreto, luego leí que también significa entrenador, vale, y coaching entrenamiento.

Empiezas a leer las experiencias de la gente y ¡arrea!, ya si es verdad que te echas a temblar. ¡Parece que consiste en pagarle a un tío para que te deje elegir a ti hacer lo que tú quieres!

Otro día, por las ganas que una tiene de aclarar el asunto, me voy a una jornada que organizó el marido de la compañera de trabajo auqella, de la que estuvimos hablando el jueves en mi casa, Nievitas, que se había ido al sur en semana santa y se quedó dormida en la playa y le robaron hasta los pañuelos de papel. Bueno, pues su marido organizó una jornada de presentación sobre coaching. Y yo, más lista que ninguna, me planté allí (tras aflojar los 60 euros de rigor, no te vayas a creer).

Una señora y dos señores comenzaron a dar una charla con más o menos gracia. Al momento "por favor, cámbiense de sitio. Usted por usted y usted aquí..." Unos minutos más tarde: "...hagan como si no se hubieran visto desde hace diez años..." (40 por lo menos, no conocía a nadie). Luego: "...como pueden ver no hemos traido proyector ni powerpoint ni nada..." Pero NADA. Ni siquiera un programa o guión de lo que iba a suceder allí. Hasta que llegado el momento comienza una sesión pública de coaching con uno de los asistentes. Mira, para qué fue aquello.

Antonio Lobo Antunes tiene un relato que se llama "Mi muerte". Me acordé del cuento en su "Libro de Cróncas". El protagonista era un especialista en los "Pues claro", "Lo entiendo", "¿A mí me lo vas a decir?"... dichos a un interlocutor sin el menor interés por los que éste dice. Al final acaba muerto.

No sé mi niña, ¿qué quieres que te diga? Pues que a mí me pareció eso, un cuento con un muerto, que, de ninguna manera, quiero ser yo.