jueves, 8 de mayo de 2014

Ir al cielo

Mira Chona, la primera vez que fui a un concierto de Ataud Vacante, todos éramos reinas y reyes. Al menos así nos sentíamos. No habían aparecido ni Nicolasito, ni el majadero de su padre y yo era casi una diva punk. Ellos ya llevaban un tiempo pisando con contundencia los escenarios insulares y la fiebre en la que vivíamos envueltos era sobrecogedora. Y, mi niña, te lo juro, aquello no fue amor… fue pasión.
Con los años, el tiempo, los libros y la contundencia de la vida y de mis errores, abandoné aquel círculo -realmente quiero pensar que lo abandoné yo y que no fue él quien me abandonó a mí, las de mi edad podemos permitirnos ciertas licencias- Un escapada con las amigas de la época, un artículo en la prensa sobre un concierto en El Cristo, un guiño por la calle con alguno de los componentes… ¡Ay, cómo me han gustado siempre…! Bueno, pero ese es otro asunto; mi relación con Ataúd, desgraciada e indeseablemente se fue reduciendo por mi culpa y por el devenir de sus realidades.
Hace unas semanas me enteré. ¡Vuelven a tocar! La revolución, agitación por dentro y por fuera. ¡¿Dónde meto al niño el sábado por la noche?! Y aunque no era la primera vez que sentía algo así, estaba loca de contenta. Nuevamente me vestí de rockera, me repasé todas las canciones -Nicolasito pensó que me había vuelto loca, el pobre no se ha dado cuenta aún de que lo estoy rematadamente y sin remedio- y caminado, por la calle pues nada me iba a preocupar, me fui para El Aguere con una ilusión que me desbordaba.
Desde los encuentros con viejos amigos y alguna amiga que aún me queda, hasta el tremendo recital que dieron ese día, todo, me hizo repetirme una pregunta que aún me rebota en la cabeza: ¿por qué no vuelven a tocar juntos? Sería como ir al cielo.