lunes, 14 de noviembre de 2016

La sal del caldero


Ese momento en el que pones sal al agua en el caldero y todo se jode. Qué cansada estoy -¡uf!- y qué mal tengo las puntas. Me temo que de mañana no pasa, peluquería, lavado y corte radical. Otra vez.

Pero es que esto hay que "sanearlo", que diría Maruca, la que tiene esa peluquería clandestina en el piso de abajo al de tu madre -la pobre, ni que tuviera un puticlú, aunque mejor le iría- . Ya desde jovencita se le veía venir; siempre con todos los colores de mechas que estuvieran de moda. Tanto amoniaco le afectó el pensamiento, o tanta acetona... Deja, deja, que es buena chica. Empezó a trabajar para el peluquero aquel que tenía tantas peluquerías. Hasta en El Sur trabajó. Pobre. Ahora en la calle. Pero saldrá adelante, es más viva...
Que si hierve o que si no hierve, estoy cansada y triste. Hoy me siento sumamente infeliz. Todo se repite y la sal se acaba...

¿Podré pedir revisión de examen al final de todo esto? Sería bueno saber en qué me he equivocado, aunque una vez fuera, ya no valdría la pena, aunque supusiera un alivio. Seguro.