martes, 4 de septiembre de 2018

La cordura,

mantenerse moderadamente cuerda. No salir a la calle gritando y blasfemando. Alzando la voz y las palabras contra todo lo que te molesta o disgusta. Hacer el esfuerzo para no desatar esa fuerza interna que intuyes dramáticamente demoledora.

Conservar la calma y las maneras. No entrar al despacho de ese cerdo y decirle que si no se ha dado cuenta de lo que vales, a estas alturas, mejor es que se vaya al carajo. Mirarlo de arriba a abajo y "sayonara baby" Después, que vea como todo tu talento deja abandonada e indefensa a esa montaña de excremento que forman él y su ineficacia.

No bajarte del coche cuando aquel cerdo te avasalla porque eres mujer, porque no folla lo suficiente o porque su testosterona no le deja pensar (ya sabes).

Respirar profundo y sonreír. Dejar a un lado las ganas de asesinar a la cerda de tu compañera que lo es por mala y por maloliente. ¡Ah! Qué bueno sería.

Cuando todo es una mierda menos tú,


de la intransigencia al fascismo sólo hay un paso (y casi añadiría lo de "cielito lindo", pero no). Cuando te creces en tu intolerancia con un par de copas y un par de amigas intolerantes como tú. Cuando "donde dije digo, digo diego" y vuelta atrás en tus principios. Cuando todo lo que te gusta -ni siquiera eso- cuando todo lo que alcanzas a entender es lo único que existe. Cuando desacreditar a quien no piensa como tú, o peor, lo que no alcanzas a comprender, forma parte de tu entretenimiento diario. Cuando tu lista de contradicciones crece cada día, con cada golpe de efecto. Cuando te diviertes ridiculizando a los demás sin considerar lo ridícula que realmente resultas. Cuando sólo respetas a quien crees que triunfa... estás muy cerca, muy muy cerca de llamar a las armas contra todo.

Mira chica: no es que me importe tu ignorancia y tu falta de sentido común. No es que me preocupe que te expreses sin reflexión y sin habilidad. No es que me resulte preocupante que, aún así, te creas progresista. Es que te crees una referencia intelectual porque te fuiste de viaje una vez y alucinaste con lo que viste fuera. ¿Y la lectura? ¿Y el autocuestionarse por higiene mental y honestidad?

Yo estoy harta de la gente como tú. Que se deja influenciar por cualquiera que hable más alto y más rápido. De esas divas de pacotilla que se rodean de una cohorte de pánfilas indocumentadas que, de milagro, no se lo hacen encima, y de dos arpías que lo mismo te apoyan que te engullen sin pedir perdón (espera un poco y verás).

Ya me advirtió Maruca. No mi niña, no quiero compartir más contigo. Una tiene que mirar por lo suyo. Y vete anotando éste en la lista de abandonos a tu lado. Eres agotadora, insípida, torpe y presuntuosa.

Pero tú, ¿quién te crees que eres, eh?



P.D.: Qué a gusto me quede, Mari. Tenías razón tú también. No dejarlo dentro es buenísimo.

Menos tú