lunes, 23 de noviembre de 2015

Sin título,

sin título, sin productor y sin reparto. Sin mecenas, sin sponsor. Mary, ¿tú no sabrás de un buen manager que me lo arregle? Sí, chica. Tú, que por llamar la atención estudiaste arte dramático y yo que, por vivir una vida plena antes de tiempo, me salté algunos peldaños de la escalera y ahora arrastro los pies.

Hay días en los que me pesa el vacío, el vacío de mi pensamiento, del rumor de la nevera. El vacío del reflejo hueco de las cosas. El vacío de las palabras que quieren dominar a toda costa y que para ello son capaces de enredarse en sí mismas sin vocación comunicativa. Cómo me cuesta lidiar con esto...

Esos son días serenos y simples que se transforman en complejas pesadillas.

Yo estudié poco. Bueno, mucho pero durante poco tiempo. Soy sencilla, limpia y ordenada. Ordenada de cabeza -aunque a veces la pierdo, porque quiero perderla, tú sabes- y no tanto con las cosas. Pero en mi universo todo funciona. Me vuelvo loca cuando no es así. Llegar tarde a buscar al niño o no encontrar las llaves de la tartana que tengo por coche ¡¡cuando las había dejado ahí mismo, junto al bolso!! me derrumba. Son sencilla, simple, ya te lo he dicho.

Pero qué rico, qué bien me siento, cuando transcurren unos días -pocos, dos o tres- sin problemas ni contratiempos, sin estridencias vitales... se queda una cómoda, relajada Mary. Como la balsita de aceite que tu abuela y la mía hablaban. ¿¡Una balsa de aceite!? Me parece mucho aceite... pero así me quedo. Y justo cuando me veo así, a buscar lío y desasosiego. Que si ordena aquel armario que lo estaba, que si arregla el pantalón más viejo del niño, que si busca aquel LP que te gustaba de chica... relájate mujer, ¡oh!

Pero chica, sí. Búscame alguien que me saque esto adelante, que me ayude. Oye, si es mono, mejor. Besitos flor.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Yo runner,

tú runner, ella runner. ¡Muchacha! ¿Qué les pasó? Mira que se volvieron locas con el running. ¡Por dios! Parece que se ha convertido en lo más importante del mundo. Flacas, fofitas como yo, cachas... todas se han puesto a correr como si fuera lo único, lo más importante en sus vidas. Aquella que con treinta años no se movía ni a empujones, ahora resulta que con cuarenta y pico es runner.

¡Gertrudis! ¿Te acuerdas? Hasta ella. Loca en mallas por esa avenida, colorada, hinchada y sudorosa, Marc Anthony a toda mecha en el MP3 y sin dejar de mirar para que la vean... con lo que presumía de delicada y fina. Quizás por eso.

Nos chalamos Mary. Pasamos de las Avinidas del Colesterol a la Media Maratón. Esta generación mía perdió el norte. Y esta afición por salir a correr pero con 600 euros de material, a la que llaman running, a ser posible con un par de selfies junto al maromo de turno, es una prueba clarita.

Yo corrí una temporada, hace tiempo. Mucho. Justito antes de Nicolasito. Pero porque detrás venían no sé si los grises o los maderos. Hace mucho y mejor no recordarlo.

lunes, 6 de julio de 2015

Acercarse al borde,

es como acercarse al borde, alongarse(*) en el balcón o caminar justo en el precipicio.

A veces es adrede, muchas veces, como aquel que paseaba por el lado salvaje casi silbando y relajado pero que, luego, resultó ser más comedido de lo que una servidora esperaba. No eras tú querido Lou, tú siempre has estado por encima de estas miserias terrenales. Y cuando bajaste al suelo ya no importaba nada.

Otras veces sucede sin darte cuenta. Y son esas veces las que me asustan de verdad. Nunca las ves venir, te atrapan desprevenida, confiada y segura de lo tuyo. A los pocos segundos de haber sucedido te das cuenta del riesgo que has corrido. Y se te eriza la piel y te corta la voz esa pesada sensación de metal en la boca:  ¡de la que me acabo de librar! Y la adrenalina que, a destiempo, empieza a recorrer tu torrente sanguíneo, hace que tiembles, llores, o peor, cojas la puerta para siempre...

Y luego el abatimiento. Después, el análisis; reflexiones en busca de una razón para lo sucedido y lo que, gracias a no sé quién, no sucedió. Y después el alivio y el voluntario martirio de recordarlo una y otra vez hasta el hastío... ¡menos mal que no pasó!

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Alongarse, extranjeritos míos, es asomarse con más que evidente riesgo de pegarte un buen talegazo



viernes, 19 de junio de 2015

Que ganas de chillar

y de quedarme afónica. Gritar como una loca.

Paseo por la calle, voy al súper. Subo a tender -no pongo la secadora, es un atropello-, y tomo café con Aurora. Voy al trabajo y vuelvo, produzco y pierdo el tiempo. Veo televisión -cada vez menos- y te hago una visita. Hablo de sexo con Horacio -Horacio es el que habla de eso, a mí me da no sé qué- me tomo un vinito con él y sigue hablando, fuerte hombre promiscuo, pero es tan gracioso. Repaso las cuentas y mi declaración de impuestos, me toca pagar, pero no mucho.

En definitiva me desplazo por la sinuosa carretera de mi existencia y ya en la segunda o tercera curva me pierdo... surge esa presión en mi garganta, las ganas incontenibles de gritar, de chillar, de contar a los cuatro vientos, a todos y a nadie, siempre, irremediablemente, lo bien que me siento.

Por primera vez en mucho tiempo me siento franca, libre y dispuesta. Chona, es como cuando llegábamos al apartamento de veraneo en el sur, muertas de calor y con ganas de meternos en el agua. Una carrera, el biquini puesto a la velocidad del rayo y, de un salto, el alivio y el final a tanta agitación. En el agua de la piscina, fresquitas, de la mano y relajadas. Tranquilas por el refresco y por la certeza de que todo un mes, toda una vida, queda por delante.

Pues así estoy hoy. Quería decírtelo, para que luego digas que sólo te hablo de cosas tristes.


viernes, 15 de mayo de 2015

Nunca nos lo cuentan

Nadie nos lo dice. Simplemente pasa. Un día, en un instante se da todo eso necesario para que suceda. Nadie viene y te susurra al oído que hoy va a suceder. Nadie te avisa de que ocurrirá en ese sitio, en ese momento determinado. Tu madre no te advierte amenazante "cuidado que hoy puede pasarte". No. Nunca es así.

¡Ay Carmita! No es así. Un día te despiertas convencida de que estarías mejor acompañada. De que podrías volver a ser tú pero con pareja, de que ya estás lista. De que puedes volver a dejar que alguien se acerque y te haga sentir diferente, mejor persona, que te ponga el corazón blandito. ¿Un momento de debilidad? Vete a saber...

Y ese momento llega. De pronto, sin avisar y casi violentamente. Te covences al segundo: hoy me enamoro. Algo como lo que le debió pasar a la mujer del chico aquel del estanco debajo de casa de tu madre, que vio todos aquellos décimos y le entro el arrebato y se gastó media paga de invalidez para que después no le tocara ni un reintegro. Pues así, pero más bonito.

Qué ganas, ¿verdad? A veces las cosas pasan, eso dicen. Nos vemos en la plaza para que me enseñes cómo era ese punto para unir las cremalleras. Nicolasito rompió el pantalón ayer, ¡y es nuevo!

De huelga,

hoy estoy de huelga de brazos caídos. Caídos por los lados, rectos y lisos, pendiendo de los hombros. Abocados al dolce far niente, no tan dolce. Decididos a no hacer nada productivo, como un judío en sábado. Mis brazos emplazados al ocio rotundo y contundente.
Como si de una iluminación budista se tratara. Complacientes, desidiosos y determinados, entregados a la nobiliaria tarea de holgar. En franca y concisa señal de protesta. Como rebeldía juvenil por lo inexplicable ante su anhelo irreverente de volver a abrazarte ¡ya!

Mis brazos te esperan colgando de mi cuerpo, mansos, dóciles y decididos.

jueves, 26 de marzo de 2015

Llegar

tarde la inauguración de la exposición. Todo el mundo te invita a mirar hacia un sitio en concreto dándote la espalda. Todos en silencio, todos aplicados. Y a ti que te pesa el máster en arte neolítico y tu curso avanzado de estadística sociológica. Tú sólo quieres ser simple. Sencilla, aunque simple también.

Ay Fefa, que "desinquietud". Sabes que hoy no vas a encajar, aunque todos esos intelectuales beban cerveza a morro y por el morro. Te conoces, y estás muy "jocicuda" para aguantar esto.

A los diez minutos, como una revelación, te llega el fogonazo. Hoy toca fango, hoy toca fondaje, arrabal y canalla. Hoy toca un paseo por donde el máster y tu estadística funcionan como una linterna, y como un foco sobre ti.

Una mañana normal,

un día normal. Nada y frío. Nada excepto él. Todo el día rondando por mi pensamiento, dando vueltas a mi corazón, estrujándome el alma y volviendo a llenarla.

Y otra vez el frío. El que llega desde las personas huecas, las desconsideradas e incapaces de considerar nada más allá de ellas mismas. La banalidad de los egos y los ombligos.La multitud de soledades. La intergaláctica distancia entre las personas. La cohabitación de espacios diferentes y al unísono... ¡BAAAH! ¡BUUUH!

No te soporto querido mío. No te soporto más. Tú madre tenía razón (cómo se ha puesto de moda hablar de las madres, de las de una y de las de las otras. Un recurso fácil, todas tenemos pero ninguna conoce a la de la otra). En fin nené, que tu madre tenía razón: te chalaste. Si hasta mi amiga Chona, tu defensora más ferviente, no se lo explica. Yo paso. No tengo fuerzas.

Vuelve el frío, el que duele, el de estar sola. El que hace fuerte y el que agota, el que te mejora y endurece. Vuelve el frío. Normal, de mañana, lo de siempre. Frío.