jueves, 26 de marzo de 2015

Una mañana normal,

un día normal. Nada y frío. Nada excepto él. Todo el día rondando por mi pensamiento, dando vueltas a mi corazón, estrujándome el alma y volviendo a llenarla.

Y otra vez el frío. El que llega desde las personas huecas, las desconsideradas e incapaces de considerar nada más allá de ellas mismas. La banalidad de los egos y los ombligos.La multitud de soledades. La intergaláctica distancia entre las personas. La cohabitación de espacios diferentes y al unísono... ¡BAAAH! ¡BUUUH!

No te soporto querido mío. No te soporto más. Tú madre tenía razón (cómo se ha puesto de moda hablar de las madres, de las de una y de las de las otras. Un recurso fácil, todas tenemos pero ninguna conoce a la de la otra). En fin nené, que tu madre tenía razón: te chalaste. Si hasta mi amiga Chona, tu defensora más ferviente, no se lo explica. Yo paso. No tengo fuerzas.

Vuelve el frío, el que duele, el de estar sola. El que hace fuerte y el que agota, el que te mejora y endurece. Vuelve el frío. Normal, de mañana, lo de siempre. Frío.


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