domingo, 5 de septiembre de 2010

¿Te gusta conducir?

Triste, así es como me siento. Y no me gusta. Pensé que con los años acabaría por quitárseme, casi por agotar las posibilidades de ponerme triste. Todos los domingos, a partir de las cinco o las seis de la tarde me sube la tristeza. Es como un vapor, una niebla. Poco a poco va subiendo desde el estómago a la cabeza y cuando se instala ya no desaparece hasta el lunes por la mañana, momento en el que otras brumas se alojan en la cabeza...


Me secuestra el resto del domingo, lo arrincona y lo atrapa. Y debería ser justo al revés. De jovencita pensaba que con los años aprendería, que me acostumbraría. Pero no, el aprendizaje vital, el que se adquiere año tras año en la vida no contempla la gestión de los domingos en su plan de estudios.


También mi madre decía que con la experiencia muchas cosas cambiarían. Sinceramente mamá, con la experiencia lo único que sucede es que algunas cosas ya no te suenan a nuevo, pero siguen jodiendo igual. Hacer planes, tener proyectos y expectativas. ¿Quién puede? ¿Quién las tiene?


No sé, me voy a tener que buscar unos faros antiniebla que conectar los domingos, porque, de otro modo no creo que consiga salir airosa de esta triste carretera, triste y dominical.