miércoles, 29 de julio de 2009

¡Qué calor chica,

qué calor! No me acuerdo (porque siempre se quiere olvidar eso) la última vez que pasé tanto calor. Es como los partos, que te olvidas de lo que sufres hasta el punto que quizás te planteases el tener otro hijo (una niña esta vez, por favor). Pues no te acuerdas del día del verano pasado en que pasaste tanto calor.
En el trabajo, pegada a la silla, la mente plana y un poco sorda por el incapaz ventilador: sí, en esta oficina no hay aire acondicionado (ni talento, ni nada gratificante...). Eso, lo del aire, puede estar bien. La Naturaleza y el efecto invernadero, todos lo sabemos. Pero hay momentos en que te dan ganas de meterte en el coche con el chorro a mil y que se fastidien Kyoto, los Polos, las focas y el Amazonas. Luego lo piensas mejor y te pones roja de vergüenza por haber pensado lo otro, con lo que te da más calor (por el sofocón, se entiende). Así que mejor no pensar y esperar que llegue el momento de la caña a la orilla de la marea viendo pasar jovencitos en bañador ajustado. Y te vuelve a subir el calor, con lo que o te vas a un sitio con aire acondicionado o te tomas otra caña que luego te hace sudar un poco más.
Oye, complicado lo de estar comprometida con el medio ambiente con este calor.

viernes, 17 de julio de 2009

Sobre el Culo del Mundo

Juan Cruz lanzó una pregunta en su blog esta mañana, bien temprano por cierto. Yo no podía dormir con el calor y con la tos esta que me tiene partida por la mitad. Que se me pasará me dijo el médico, que eso no tiene cura, que se va solo. A ver si se manda a mudar porque ya tengo voz de camionero y un sueño perenne que me hace parecer más vieja cada día. ¡Y eso no puede ser!

A las cinco y pico de la mañana estaba yo leyendo su entrada el en blog. Preguntó dónde creíamos que estaba el Culo del Mundo, el verdadero. Don António, António Lobo Antunes, quiso creer que se encontraba en Angola entre los 60 y los 70. Puede ser que vaya cambiando de sitio, de vez en cuando y según hagan mutar las circunstancias a la concepción del propio Mundo que cada uno tiene. O quizás haya un Culo del Mundo definitivo y único... Sin duda aporta al Mundo una ineludible condición animal o humana. Si no, podríamos hablar de las Raíces o las Hojas del Mundo, ¿no? y parece que no pega mucho.

Creo que la manera infalible de encontrarlo es mirar justo al lado contrario de donde una esté disfrutando integralmente. Justo al otro lado del restaurante de comida riquísima, o de la playa apartada, solitaria y limpia, o de la coversación amena y enriquecedora, o lejos de los amigos y los quereres. Justo en ese punto debe encontrarse la, no por serlo, menos noble parte de la anatomía planetaria.