jueves, 26 de marzo de 2009

El tiempo pasa y, sí, nos vamos poniendo viejos

Tienía razón Pablo, Querido Pablo. Son cuarenta los que se aproximan, están ahí. A punto de llegar. Los oigo detrás de la puerta. ¿Tú no? Claro, es que todavía eres una niña chica. Esa suerte tienes...Y esa desgracia también. Pero es así y así debe ser, además.



Y, sí, el amor tampoco lo reflejo como ayer. Entonces arremetía con todas las fuerzas y el decoro que se le consentían a una señorita de mi edad, es decir pocas por fuera y todas por dentro. Parecía un funambulista mejicano de esos de las noticias: caía del alambre y al minuto siguiente ya estaba encaramada otra vez en el hilo de la emoción y del dolor, en busca de un nuevo amor. Hoy, por el contrario, de vuelta ya de un montón de cosas, me peino antes de subirme al alambre, calibro el viento y si hay suficiente público. Pero me la juego, me la juego entera. Fíjate tú. Ya hace 20 años que tengo veinte y en asuntos del amor me juego entera. En eso no ha pasado ni un segundo.


Lo miro y no encuentro tampoco tanta razón entre los besos y los abrazos.