miércoles, 3 de diciembre de 2014

En ese puto punto

¡Ay Chona, sí! En "eseputopunto" me encuentro hoy. No sé si necesito un abrazo, un beso, cuatro polvos o dos buenas trompadas, que diría tu tío Pedro. Dos buenas hostias, como dice el padre de Nicolasito. Algo que me estremezca por dentro y por fuera y que me haga dejar de sentir que esto se acaba irremediablemente. Que no volveremos a vivir nada de lo que vivimos y tan bien nos parecía.

En fin, es así como me siento hoy

miércoles, 12 de noviembre de 2014

No me siento muy tecnológica

aunque el Ayuntamiento, Hacienda, la compañía de teléfonos, el banco y mi Nicolasito se empeñen. Tanto botón, tanto botón...

Yo quiero sentarme con mi infusión a contemplar las cosas. Quiero mancharme las manos en el súper y correr a casa a lavármelas. Quiero preguntarle a la dependienta de la frutería cómo le ha ido el día. Contemplar la sonrisa perfecta del operador de caja y esa figura tremenda del reponedor del lineal de vinos. Y sí, mirar con un poco de rencor, y que me lo note, al funcionario del mostrador de la oficina de Hacienda. Hacer lo que se pueda a mano o con las tripas. No sé...

Yo también mandaría el Whatsapp a casa de mi exsuegra. O a un sitio peor si lo hubiese... Me da una pena tremenda, una pena negra que no me entienda, Chona, cuando le digo que no es el momento y que no son las formas. Y me da pena que, siguiendo su procedimiento, intente ser todo lo clara que una, con mi edad y mi historia, puede ser y no lo consiga.

¡Chacha! ¿Qué puede hacer una si cambias de opinión, si en un ataque de cordura decides conservar lo poco que te queda de sensatez? ¿Qué puedes hacer si intentas marcar otro derrotero y en menos de un mes se te hunde el barco? ¿Qué puede hacer una si intentas contárselo en varias ocasiones y, curiosamente, no está disponible...? Igual piensa que soy una fresca o una desalmada. Pero es todo lo contrario. Igual le duele o le incomoda. Quizás. Lo lamento, chica, lo lamento.

No es que me haya pasado mucho, tú lo sabes. Pero no es la primera vez que me ataca la cordura. Y también sabes que, aunque es duro, a veces una interpreta mal las señales o éstas cambian sobre la marcha. O esas señales cambian tras no suceder lo que tendría que haber sucedido... Solemos exigir de los demás un comportamiento, que nosotros no seguimos, hasta el momento en que no entendemos lo que pasa o, sencillamente, no nos gusta. Y entonces la explicación cambia de estatus y se convierte en excusa. Y eso es comprensible... cuántas veces me habrá sucedido a mí. Pero injusto.

Y ¿qué debo pensar yo si tengo en cuenta lo sucedido? Lo que pasa es que empezar la casa por el tejado, nena, cada día me resulta más difícil. No tengo fuerzas para sujetar el techo mientras hago los muros.

Me quedé perpleja. Chona, te lo cuento a ti porque sé que eres la única que me escucha. No me atrevería a contárselo a nadie más porque no estoy orgullosa de ello. Una vez más me echo a un lado a ver las cosas pasar. Y, bueno, una vez más, me quedo chupando un palo sentada sobre una calabaza.

jueves, 8 de mayo de 2014

Ir al cielo

Mira Chona, la primera vez que fui a un concierto de Ataud Vacante, todos éramos reinas y reyes. Al menos así nos sentíamos. No habían aparecido ni Nicolasito, ni el majadero de su padre y yo era casi una diva punk. Ellos ya llevaban un tiempo pisando con contundencia los escenarios insulares y la fiebre en la que vivíamos envueltos era sobrecogedora. Y, mi niña, te lo juro, aquello no fue amor… fue pasión.
Con los años, el tiempo, los libros y la contundencia de la vida y de mis errores, abandoné aquel círculo -realmente quiero pensar que lo abandoné yo y que no fue él quien me abandonó a mí, las de mi edad podemos permitirnos ciertas licencias- Un escapada con las amigas de la época, un artículo en la prensa sobre un concierto en El Cristo, un guiño por la calle con alguno de los componentes… ¡Ay, cómo me han gustado siempre…! Bueno, pero ese es otro asunto; mi relación con Ataúd, desgraciada e indeseablemente se fue reduciendo por mi culpa y por el devenir de sus realidades.
Hace unas semanas me enteré. ¡Vuelven a tocar! La revolución, agitación por dentro y por fuera. ¡¿Dónde meto al niño el sábado por la noche?! Y aunque no era la primera vez que sentía algo así, estaba loca de contenta. Nuevamente me vestí de rockera, me repasé todas las canciones -Nicolasito pensó que me había vuelto loca, el pobre no se ha dado cuenta aún de que lo estoy rematadamente y sin remedio- y caminado, por la calle pues nada me iba a preocupar, me fui para El Aguere con una ilusión que me desbordaba.
Desde los encuentros con viejos amigos y alguna amiga que aún me queda, hasta el tremendo recital que dieron ese día, todo, me hizo repetirme una pregunta que aún me rebota en la cabeza: ¿por qué no vuelven a tocar juntos? Sería como ir al cielo.

domingo, 26 de enero de 2014

De la Estadística me fío,



de la Sociología también, creo que sí. Sabes Maruca que yo no estudié mucho, Nicolasito y su padre y, sobre todo, mi falta de visión de futuro, vinieron a acorralarme cuando aún era una niña. No fueron suficiente ni tu cabreo ni el que mi madre dejara de hablarme un mes del enfado cuando le dije que dejaba los estudios, que estaba embarazada y que me casaba. Mucho de una sola sentada. Pobre mamá, pobre de mí...

Pero bueno, de eso hace ya un montón de tiempo.
 
Siempre pensé que era mejor dejarse llevar por una pasión que marchitarse en la mecedora viendo pasar la vida desde la ventana, como hizo tu abuelita Pilar; ¿cómo resistirse a no decirle nada a aquel muchacho que le secuestró hasta el habla...?

Pues hoy me desperté y pensé que a lo mejor no. Una siempre fiel a la idea que tiene de si misma y quizás se está perdiendo la vida que sus otras identidades, consciente de tenerlas o no, le podrían haber proporcionado... Quizás la mecedora y la ventana no están tan mal, a lo mejor, poniendo una copita de mistela los sábados por la tarde.

Justo después de la ducha ya había vuelto a cambiar de opinión. ¿Cómo no entregarse a la excitante sonrisa, cómo no sucumbir a una conversación inteligente, Maruca?. ¿Cómo mantenerse firme, sólida y segura ante el sonido de la risa y la mirada sosegada? Y además, ¿por qué hacerlo? La Charo siempre me dice que soy una funambulista, que me acerco a los hombres como lo hacen aquellos equilibristas mejicanos que cruzaban por un cable entre dos rascacielos en Las Vegas. Y después de la caída, como loca deseando volver al alambre. Tiene razón. Siempre la tiene la muy jodida.

Después de tantos intentos una va desarrollando cierta habilidad.


¿Sabes qué te digo mi niña?  Que sí, que la estadística es de fiar. Y seguramente la Sociología es bastante más terapéutica. Y desde luego, muchísimo mejor que los libros de autoayuda.