martes, 5 de agosto de 2008

¡Oye, qué bien me voy sintiendo!

Que lo sepas. No hace ni un día que empecé a pensar en esto y ya me voy sintiendo fuerte y segura (que no es lo mismo que fina y segura, que no tiene el olor de las nubes, ni boberías de esas). No sé, no sé. Al final me va a gustar esto. Ya verás...

Besos mi niña.

Esta mañana desperté harta

Pues sí mi niña. Esta mañana me miré al espejo y sentí que ya no tenía edad para estas cosas. Sentí un deseo arrebatador, "una perturbación de la fuerza" como diría Nicolasito, sentí la necesidad de contar lo que me pasa y de no guardarlo nunca más para mí. Sentí que había llegado el día de no volver a ser la misma nunca más. El día de cortar la cuerda, de soltarme y de liberarme para siempre y mientras pueda y me dure el impulso...

Mientras hacía el café para poder juntar las ganas para ir al trabajo me acordé del hijo de Jimena. Mi amiga Jimena ha tenido una suerte tan grande en la vida que a veces creo que es mentira todo lo que cuenta (y justo después compruebo que es todo jodidamente cierto. Pero me alegro por ella, es una buena amiga). Goda recién llegada, consiguió casarse por segunda vez con un hombre que la quería más aún que el primero, que lejos de enfadarse con ella por el cambio en sus sentimientos y hacerle la vida imposible, lo comprendió todo, lo encajó y no le contó que se veía los jueves con un pinchadiscos del norte en una discoteca de mala muerte, durante los "cursos de formación de la empresa". En fin. Pues su hijo, Carlos Luis (el mayor. También tiene una niña monísima que se parece sospechosamente a su segundo marido aunque es el primero el que le paga el colegio. Irene, se llama Irene). Bueno, Carlos Luis, que ya está hecho un hombre guapo y noble, me habló hace dos meses, el día del cumpleaños de mi Nicolasito, de que estaba escribiendo un blog. ¿¡Un blog!? Se pasó una hora contándonos a Maruca y a mí qué era eso y cómo funcionaba. Y yo, esta mañana, harta de tanta atadura, de tanta injusticia y de tanto sufrir por mí y los míos me puse a investigar sobre lo que me había contado el niño de Jimena.

Y aquí me tienes, con ganas de hablar, de largar y de no parar, de soltar toda la penita que después de tantos años de sufrir, de aguantar y de callar se me ha formado alrededor de mi alma y de mi ilusión como brea de calafate, para ver si de esta manera todo vuelve a brillar y a ser como era antes, antes cuando la ilusión, el progreso y el respeto por el otro, por todos los otros, eran la tónica y la moneda de cambio entre las personas, todas las personas, las que quiero y las que no pero que respeto. Antes de que se instaurara el Régimen, antes de que el Movimiento lo anegara todo.

Como esto siga así juro que un día de estos empiezo. Por San Roque bendito.