martes, 18 de octubre de 2016

No soy rana,

bailarina, ni guapa. En el ir ir venir de la vida, de los acontecimientos, perdí el barniz, perdí las cuerdas, me desquinté... perdí la dignidad. Pero gané la mano, gané en la manía de fijarme en cojito, mirar a la fea y al tonto, lo defectuoso, lo tarado e incompleto.

Así, con el tiempo, me hice un sitio en el fondo, en el ladito donde suelo sentarme a ver las cosas pasar. Por estar allí cuando falló y recordarlo, por no olvidar ni un sólo segundo de mi historia, de la historia...

Ya estaba en la Luna cuando llegaron allí. Vi La Tierra desde el Halley cuando pasó cerca la última vez. Después le tomé cariño a lo que resultó de este compadreo con el infortunio; paseé por el lado salvaje y -al más genuino estilo Moehringer- me entretuve en los bares y, gracias a ellos, resucité.

Ahora me doy cuenta de que la decencia y la mentira van de la mano, igual que el amor y la apatía bailan en la misma baldosa y la burla y el dolor abundan en las mismas miradas.

Por eso Chona, voy a pasar de todo, a pasar de mí. Porque ya no tengo que manyar la gilería a casi nadie.

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